👋🏻 Hey folks
En relación a la newsletter de la semana pasada, en la que poníamos en valor la responsabilidad que tenemos como diseñadores a la hora de acaparar la atención de las personas, hoy profundizamos en el eterno reto de la vida. Uno reto que con menos reclamos de atención puede ser más fácil de conseguir, pero no es suficiente.
Nos referimos a la capacidad de estar presentes. Nuestra compañera Carina, Office Manager en mendesaltaren, nos comparte hoy una reflexión sobre la importancia y el protagonismo que le damos al futuro y al pasado, una importancia que no nos permite centrarnos y disfrutar del ahora.
Estar presente
por Carina Matyniak
“Carpe diem”, “Memento vivere”, “Memento mori”, “Mindfulness” entre otros conceptos y frases célebres que repetimos los seres humanos con la firme intención de anclarnos en el aquí y ahora. Numerosos estudios revelan que podemos pasar alrededor de un 70% de nuestro tiempo recordando sucesos pasados o creando situaciones ideales en nuestra mente. Claramente, recordar e imaginar no es algo negativo, el problema surge cuando no logramos ser felices en el momento presente.
Matthew Killingsworth, psicólogo, investigador y fundador de “Track Your Happiness” ha realizado un estudio gracias a esta aplicación, recopilando datos de los usuarios sobre sus niveles de felicidad y otros estados emocionales en tiempo real. Los resultados del estudio sugieren que las personas tienden a ser más felices cuando están enfocadas en la tarea que están realizando en ese preciso momento. Se concluyó también que las mentes de las personas tienden a divagar en porcentajes bastante altos y esto a menudo se asocia con niveles más bajos de felicidad.
Si tratamos de hacer un estudio sobre nosotros mismos y recordar cuántas situaciones de total presencia hemos tenido en los últimos meses y lo sobreponemos al plano imaginario, a las discusiones ganadas, las respuestas ingeniosas, las soluciones mágicas o los escenarios creados, puede que la comparativa nos sorprenda.
Esto, en ocasiones, viene acompañado del “piloto automático”, estado en el que realizamos tareas de manera automática, ejecutando patrones aprendidos y sin apenas ser conscientes de ello, lo que nos hace recurrir a herramientas como la meditación, el yoga, el deporte u otras técnicas de relajación que nos ayuden a centrar nuestra atención en el momento presente.
Siendo esta falta de presencia un estado común en el ser humano del siglo XXI, me ha llevado a reflexionar sobre su causa y he descubierto que se trata de una circunstancia multifactorial.
La educación que recibimos está claramente orientada al futuro: casi la primera pregunta que se nos hace cuando tenemos la capacidad de dar una respuesta coherente es “¿Qué vas a ser de mayor?”. Nos enseñan a planear, a programar, a anticipar… nuestros primeros años de vida se convierten en una práctica y un aprendizaje para lo que vendrá después. Un bagaje de herramientas que usaremos en el mañana. Pero también implica un desaprendizaje, con el paso de los años perdemos la capacidad de asombro, la ingenuidad y, también, dejamos de poner en valor cada momento que vivimos. Cuando somos pequeños solo existe el ahora, el plan del día como máximo alcanza desde el desayuno hasta la cena y lo que no tenemos delante de nuestra vista, prácticamente no existe. Eso provoca que cada momento que vivimos absorba toda nuestra atención.
Sin embargo, aunque nos pasemos toda una vida preparándonos para el futuro, somos criaturas nostálgicas. Nos encanta rememorar, coleccionar álbumes de fotos, recordar olores, reunirnos con nuestros amigos y empezar conversaciones con un “¿Te acuerdas de ese día…..?”. Tenemos cajas llenas de recuerdos que de vez en cuando abrimos y dejamos que la nostalgia nos invada. Añoramos situaciones del pasado que nuestra mente ha conseguido idealizar y, a menudo, nos hace pensar que tiempos pasados fueron mejores.
Pero no solo es el individuo el que obvia el presente, la sociedad parece evocar lo mismo cuando las manifestaciones culturales ya sean películas, series, canciones, obras de teatro, libros…. a menudo tratan temáticas como “Viajes al pasado”, “Viajes al futuro”, “Canciones sobre amores perdidos”, “Canciones sobre un amor que aún no ha llegado pero yo ya me lo imagino”, “Diarios”… El tiempo presente siempre tiende a parecer poco interesante.
Por otro lado, somos inconformistas. Esta cualidad que nos ayuda a mejorar, nos empuja a buscar el cambio y es origen de creatividad e innovación, también hace que, en ocasiones, no disfrutemos del momento en que alcanzamos un objetivo o cumplimos un sueño. Porque cuando estamos cerca de lograrlo, nuestra mente genera un goal más alto, más ambicioso. Y eso que estábamos a punto de alcanzar de repente nos parece insuficiente. Una vez más el momento presente nos sabe a poco.
La productividad, “el hacer” antes que “el ser”, unida a la sobreestimulación en un mundo tecnológico en el que tenemos a nuestro alcance: la televisión, las múltiples plataformas de streaming, el móvil, las redes sociales, los podcast, los audiolibros, pero también los libros, los juegos, el deporte, la meditación, la cocina… un sinfín de opciones disponibles, combinables entre sí, no excluyentes y que podemos ir alternando indefinidamente sin centrarnos en ninguna.
La adaptación, una cualidad que nos ha permitido sobrevivir como especie todos estos años, ayudando a ajustarnos a nuevas condiciones y retos, por otro lado, hace que integremos en nuestro mapa mental cada estímulo nuevo, lo hagamos nuestro, lo reproduzcamos y… vuelta al piloto automático. Es decir, lo novedoso es lo que nos llama la atención y nos ayuda a focalizar, nos hace aprender, pero tarde o temprano acabamos integrando todo lo nuevo en nuestro sistema y haciéndolo habitual y rutinario. Y resulta más difícil dedicarle nuestra atención.
Como veréis, analizando el panorama general con todos estos factores, parece casi imposible que los seres humanos aprendamos a vivir en el tiempo presente, pero no debemos dejar de intentarlo porque como dijo John Lennon “ La vida es eso que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”.
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Estamos de estreno
Minimum acaba de lanzar su nueva web gracias al trabajazo de nuestras compañeras Sandra Ramiro y Alba Rodríguez y al impecable desarrollo de David González.
La empresa hermana de mendesaltaren nació hace casi cuatro años con el objetivo de empoderar y acompañar a las empresas en su crecimiento gracias al desarrollo nocode, contando con el mejor equipo de growth, diseño y tecnología.
Pero no solo este rediseño es la novedad, desde hace meses Minumum ofrece nuevos servicios para ayudar a los clientes a mejorar sus KPIs de negocio y marketing a largo plazo con estrategias de growth. 🚀
Annie Atkins
¿Siempre quisisteis saber quién estaba detrás del maravilloso packaging de la pastelería Mendl’s en el Gran Hotel Budapest? Nosotras también. Pues la artífice de este mundo gráfico maravilloso es Annie Atkins, la joven británica ganadora del Emmy y Oscar que está revolucionando el mundo cinematográfico.
Detrás de los detalles de una cinta están, entre otros expertos, los diseñadores gráficos. Se encargan de darle vida a la esencia de la película a través de los objetos que existirían en ese mundo. Y si hay una especialista en esta creciente rama de la industria es Annie.
Atkins trabajó para una agencia de publicidad en Islandia antes de obtener dos títulos, uno en Comunicación Visual y otro en Producción de Cine. Recién graduada, obtuvo su primer trabajo en el set de la tercera temporada de The Tudors diseñando todo, desde vidrieras hasta parches medievales. Aquí su labor incluyó aprender cómo se desarrollaban los objetos en el siglo XV en Inglaterra. Recurrió a equipo antiguo, como máquinas de escribir y ciertos papeles especiales, para darle autenticidad a su obra.
Para ella, la magia está en la sutileza; pues a pesar de que algunos de sus diseños podrían pasar desapercibidos, son la clave perfecta para crear la ambientación ideal. De hecho, cuánto más sutil y natural sea un objeto, mejor es aceptado como parte del realismo de la producción.
Apasionada del mundo analógico, también posee una maestría innegable en cuanto a las herramientas digitales. Sin embargo, Atkins siempre preferirá lo artesanal, pues encuentra un romance y nostalgia ocultos en la manera original en la que se realizaban los procesos.
Hemos visto su trabajo en escenas de The Grand Hotel Budapest (2014), de Wes Anderson, en Bridge of Spies (2015), de Steven Spielberg, así como en Penny Dreadful y la antes mencionada The Tudors, series mundialmente aclamadas.
Atkins trabaja ocasionalmente con alumnos que hayan pasado por los Workshops que ofrece en su estudio de Dublin. En estos talleres se encarga de potenciar sus habilidades a la hora de crear diseños para que trabajen con la misma veracidad con la que deben hacerlo los actores.
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